El hígado es uno de los órganos más importantes de nuestro cuerpo, y desempeña numerosas funciones fundamentales; además, es un órgano único y es la glándula más grande del cuerpo humano.
Este órgano tiene la tarea de sintetizar las proteínas necesarias para el proceso de coagulación de la sangre y producir aproximadamente la mitad del colesterol presente en el organismo, utilizado para sintetizar la bilis; además, produce energía, actúa como depósito, acumulando reservas de azúcares, hierro y algunas vitaminas liposolubles, y ayuda a depurar el organismo de sustancias nocivas y toxinas, eliminándolas a través de la bilis o la sangre.
Los fármacos también pasan por este proceso y, por tanto, pueden metabolizarse. El hígado es por tanto un órgano imprescindible para el desempeño de diversas funciones vitales, y por ello es fundamental cuidarlo, preservando su salud y funciones también mediante una correcta alimentación.
Hígado graso: las causas
El hígado graso es una afección caracterizada por la acumulación anormal de triglicéridos que afecta aproximadamente al 30% de la población, pero que aún no se comprende bien. Esta enfermedad representa una de las principales causas de cirrosis y puede requerir un trasplante de hígado.
Los estilos de vida poco saludables, el consumo excesivo de alcohol y la dieta desequilibrada son factores que comprometen la función hepática, provocando la acumulación de toxinas en el organismo. De hecho, la capacidad del hígado para depurar el organismo disminuye cuando la cantidad de toxinas a procesar es excesiva: las sustancias tóxicas vuelven entonces a la circulación y pueden volverse peligrosas para el organismo.
El sobrepeso y la obesidad también pueden provocar esteatosis hepática, comúnmente conocida como “hígado graso”, un problema que afecta entre el 70% y el 90% de las personas obesas, pero también a quienes padecen hipertrigliceridemia.
Síntomas y tratamiento del hígado graso.
Los síntomas del hígado graso y la fatiga hepática pueden ser vagos y generales, con fatiga general y malestar abdominal leve. El diagnóstico requiere un examen físico y análisis de sangre, a veces complementados con una biopsia hepática para evaluar el alcance del daño.
El tratamiento se centra en la adopción de un estilo de vida saludable, que incluye pérdida de peso, una dieta equilibrada, abstención de alcohol y tabaco y ejercicio regular.
La dieta del hígado graso
Una dieta específica puede favorecer la función hepática y promover la desintoxicación. Alimentos como las verduras amargas, el ajo, las frutas antioxidantes y el pescado rico en omega-3 pueden favorecer la salud del hígado. Por el contrario, es importante limitar el consumo de alimentos ricos en grasas saturadas, azúcares simples, frituras y alcohol.
Además, integrar yogur y probióticos en la dieta puede mejorar la salud intestinal, mientras que un aporte adecuado de fibra puede favorecer la eliminación de toxinas a través de las heces. Beber mucha agua y limitar la cocción excesiva de los alimentos son otras prácticas útiles para proteger el hígado, al igual que comer porciones moderadas y frecuentes, que pueden aliviar la carga de trabajo del hígado.
En resumen, los alimentos beneficiosos para el hígado son:
- Verduras amargas y crucíferas: achicoria, alcachofas, cardos, rúcula, diente de león, brócoli.
- Ajo y cebolla.
- Remolachas.
- Té verde.
- Frutas antioxidantes: arándanos, moras, fresas, frambuesas, ciruelas, cítricos.
- Alimentos ricos en glutatión: espárragos, aguacate.
- Pescado: salmón, caballa, sardinas, bacalao, atún.
Por el contrario, entre los alimentos enemigos del hígado encontramos:
- Alimentos ricos en grasas saturadas: embutidos, tocino, mantequilla, quesos integrales.
- Azúcares simples y alimentos refinados: bebidas azucaradas, dulces, arroz blanco, repostería.
- Papas fritas.
- Alcohol.
- té y chocolate (con moderación).