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Trabajo: se acerca una semana corta. ¿Será realmente una buena idea?

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El capitalismo, ante todo, es famoso por su rápido ritmo de producción. El trabajo, más que cualquier otra actividad, ocupa la mayor parte del tiempo de nuestra vida. Sin embargo, parece haber una solución más humana.

Nunca hay suficiente literatura crítica sobre el trabajo y sus estructuras de soporte, como lo demuestran los tiempos actuales, donde de cada 7 días al menos 5 se ven afectados por su trabajo. La pregunta podría resumirse en un breve eslogan: ¿el trabajo, al ritmo actual, debilita o ennoblece al hombre? La pregunta con un tono vagamente filosófico todavía está por formularse. encontrar una respuesta adecuada. Podemos, sin embargo, mencionar algunos casos que seguramente darán crédito a la idea de que no es exactamente la mejor de las existencias posibles, en las que el 90% del tiempo se dedica a las pasiones y a las inclinaciones naturales, a la existencia real separada del beneficio.

En el contexto internacional, la demanda emerge cada vez con mayor fuerza, al igual que los casos de descontento. Con ciudades cada vez más urbanizadas y metrópolis con densidades de población insostenibles, la producción parece un imperativo del que es imposible escapar, destinado a cumplir. No es casualidad que en los últimos tiempos hayan surgido en el ámbito científico académico estudios sobre el particular fenómeno del “burn-out”. ¿Qué se entiende por esta expresión?

El término “Burn-out”, literalmente “quemarse”, se refiere a una condición de malestar psicológico que afecta al hombre contemporáneo, obligado a los ritmos y presiones del trabajo moderno. Ya no estamos en los Tiempos Modernos de Charlie Chaplin, pero la presión física del trabajo en una fábrica se ha trasladado internamente a un nivel psicológico. Plazos, correos electrónicos, trabajo. Las tecnologías remotas y de otro tipo nunca permiten que nuestros cerebros se desconecten y también nos hacen estar constantemente accesibles desde el “deber”.

La jornada laboral semanal varía de un país a otro, pero la norma en Europa es de unas 40 horas semanales divididas en 5 días laborables para un contrato a tiempo completo. Italia, sin embargo, alcanza y supera las 49 horas semanales de trabajo requeridas en promedio. Estamos hablando de aproximadamente el 80% de la población afectada por estos ritmos. ¿Pero por qué trabajamos tanto? Veamos de qué dependen estos horarios y si es posible una alternativa. Cuando hablamos de “productividad laboral” nos referimos a la cantidad de bienes y servicios que un empleado, una empresa o un equipo puede producir

A lo largo de los años, la naturaleza de la productividad ha cambiado junto con la evolución de la economía debido al aumento de la tecnología. Esto significa que si durante la segunda revolución industrial se tardaba una media de 20 a 30 horas en producir una bicicleta, hoy nos las arreglamos con 3. ¿Qué significa esto? Significa que la productividad laboral ha aumentado. Sin embargo, lo que no ha cambiado es el proceso mediante el cual se equilibra el mercado laboral. Al menos tres elementos son centrales en este sentido: la productividad, los salarios y el proceso tecnológico.

El equilibrio del mercado se logra cuando el número de personas dispuestas a trabajar por un salario determinado es igual al número de puestos de trabajo disponibles para ese salario. Los trabajadores representan la demanda de mano de obra mientras que las empresas representan la oferta. Sin embargo, el equilibrio puede no alcanzarse debido a los llamados “shocks exógenos”, desequilibrios temporales que pueden provocar desempleo o dificultades para que las empresas encuentren trabajadores.

Pero junto a la demanda y la oferta de trabajo hay una última variable a considerar: el tiempo libre de las personas. El economista Keynes creía que gracias al progreso tecnológico que ya tenía durante la primera y segunda revolución industrial se produciría una reducción de la demanda de mano de obra. Con máquinas más avanzadas y mejores procesos industriales se conseguiría en menos tiempo el mismo nivel de producción que requieren las empresas. Incluso creía que en 2030 el progreso tecnológico llevaría a trabajar sólo 3 horas al día.

Keynes se equivocó por dos razones, no consideró que las empresas busquen cada vez mayores ganancias, es decir, no se conforman con obtener el mismo nivel de producción sino que pretenden aumentar los ingresos, por otro lado la demanda de consumo crece y continúa. crecer. Otro factor que Keynes Lo que no ha considerado es que una mayor productividad requiere una mayor plantilla y por tanto más horas de trabajo que dedicar a la actividad. La desventaja es que los empleadores a menudo prefieren que un solo empleado trabaje más horas que contratar más.

Aunque los datos del economista resultaron ser incorrectos, hay que tener en cuenta una intuición básica: las 8 horas de trabajo semanales son insostenibles. En 2022, se registraron 1,26 millones de dimisiones voluntarias en Italia, 22% más en comparación con 2021. En realidad, son necesarios nuevos modelos de gestión del trabajo que permitan alcanzar el equilibrio del mercado sin sobrecargar ni a las empresas ni a los trabajadores. En Alemania, el sindicato IG-Mittal, que representa a 2 millones de trabajadores metalúrgicos, obtuvo un aumento salarial del 8,5% en 2023 junto con una reducción de la jornada laboral de 35 a 32 horas semanales.

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