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8 rasgos distintivos que revelan a los verdaderos aristócratas

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¿Qué significa “rasgos de un aristócrata”?

Cómo es un noble, o qué se esconde bajo la etiqueta de aristócrata, desconcierta hoy a muchos lectores de obras clásicas o novelas históricas. Tolstoi, por ejemplo, lo dejó bastante claro en su famoso clásico Anna Karenina, cuando retrató a uno de los personajes principales en un drama sobre el amor y la traición.

“Vronsky era apuesto, de rasgos aristocráticos, pelo oscuro y penetrantes ojos azules. Su paso seguro y sus modales impecables delataban que era un hombre de noble cuna y educación. Allá donde iba, las cabezas se volvían para admirar su aspecto elegante y su porte soberano”. Y la pobre Karenina podía contarlo.

¿Tienes rasgos aristocráticos?

¿Crees que tienes rasgos aristocráticos? ¿Te parece interesante? ¿Y qué piensa de ello? Si tienes una visión más poética del rostro y una idea de cómo podría ser un aristócrata, estos son algunos de los rasgos faciales importantes.

Un rostro regular y atractivo se considera aristocrático, por ejemplo, si se distinguen los pómulos y las líneas afiladas de la mandíbula inferior. El rostro es más masculino y parece delgado, a veces incluso duro. En las mujeres, estos rasgos son algo más sutiles, aunque claramente visibles.

A estos rasgos hay que añadir una nariz más larga, recta y delgada, aunque una ligeramente aguileña también se considera muy aristocrática o incluso antigua. Una boca pequeña y unos labios más bien rectos no suelen impresionar en el rostro de un noble, pero los ojos pueden ser más grandes y redondos, o tener forma de almendra.

En general, esta idea es generalizada y apunta a un hombre o una mujer blancos procedentes de una corte europea o de una familia aristocrática británica, más que austriaca. Si se ven películas o series de televisión actuales de esa procedencia, se suelen encontrar rasgos similares no sólo en el dueño de la finca, sino también en su criado.

Sin embargo, la apariencia aristocrática no sólo se atribuye al aspecto facial, sino también a la complexión general y a la postura. Esto también lo ha señalado Tolstoi. Las manos delicadas y los pies pequeños destacaban especialmente en las damas, al igual que la cintura estrecha y las caderas y el pecho más estrechos en una figura más bien alta. La piel clara, sin imperfecciones o con pocas marcas de belleza, debía contrastar maravillosamente con el color del cabello.

Sin embargo, el estereotipo que se ha instalado en nuestra imaginación dista mucho de la apariencia de los aristócratas reales.

En primer lugar, países muy exóticos y alejados de Europa tenían su aristocracia, en la que la gente no sólo tenía unos ideales de belleza bastante diferentes, sino también unas cualidades físicas. Los verdaderos aristócratas europeos también eran muy diferentes.

Los Habsburgo eran icónicos por su gran labio inferior o mandíbula inferior saliente. Los Borbones de Francia y España se caracterizaban por sus largas narices y otras similitudes heredadas. Pero no se trata sólo del aspecto.

No busques sólo rasgos aristocráticos en el rostro

También asociamos el comportamiento con la aristocracia, y desde luego no se trata de arrogancia, aunque en el pasado los mozzies no eran ni mucho menos brutales, más brutal era probablemente toda la vida.

Los aristócratas también deben tener una actitud y un porte. Por ejemplo, una postura más bien recta con la barbilla ligeramente levantada. También debían moverse despacio y con gracia, las mujeres sin arquear las caderas, los hombres con calma y seguridad. También era sin duda un signo de nobleza observar la etiqueta y los modales no sólo en la mesa, sino en cualquier situación.

No sólo los gestos y los movimientos, sino también lo que dice y cómo lo dice la persona en cuestión desempeñan un papel importante en el conjunto. Una persona así no sólo debe ser muy educada, sino también estar por encima de la polémica. Y, por supuesto, educada, para poder zanjar con elegancia incluso una disputa desagradable.

Típico debe ser también el encanto sin vulgaridades ni excentricidades innecesarias. Lo ideal es que el estilo natural se refleje en la ropa, el peinado o el maquillaje.

Un hombre con clase, que sin duda podría colarse entre la nobleza sin pasar desapercibido, debería recordar sobre todo estos ocho importantes rasgos de los verdaderos aristócratas:

  • Tener una actitud recta y sin rodeos
  • El maquillaje o el color del pelo deben ser naturales y elegantes
  • Cuídate las manos, los pies y todo el cuerpo
  • Presta atención a tu dieta y estilo de vida
  • Sé siempre educado, pero ve al grano
  • La disciplina personal natural es importante
  • La educación y la autorreflexión son esenciales, pero también trabajar en uno mismo
  • Y para gestionar todo esto con gracia y moderación

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Fuentes: gigafox.ru, thoughtco.com, León Tolstoi: Anna Karenina, ISBN978-80-7390-114-1

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